Desde el principio de la humanidad se da una larga y
compleja lucha por la subsistencia, en la que el ser humano, poco a poco,
desarrolla una tecnología primitiva en su intento por dominar el medio en el
que habita.
Los avances tecnológicos que desarrolló el ser humano durante el Paleolítico fueron la respuesta a necesidades de supervivencia específicas, como cazar, cortar la carne de las presas, desenterrar raíces para comer, protegerse del ataque de animales, guarecerse de las inclemencias del clima, calentarse…
Estos adelantos fueron de la mano de la experimentación y puesta en práctica de nuevas técnicas de transformación de la materia prima.
Generalmente se piensa que la única tecnología del hombre del paleolítico era la de la piedra y el hueso.
Sin embargo, cada vez se encuentran más vestigios arqueológicos que demuestran que los hombres primitivos también utilizaron otras materias primas como sílex, madera, pieles, fibras vegetales, conchas, dientes y astas de animales.
Dentro de esta variedad de materiales, los que tuvieron mayor importancia fueron los que servían para fabricar instrumentos cortantes y punzantes.
Sin embargo, cada vez se encuentran más vestigios arqueológicos que demuestran que los hombres primitivos también utilizaron otras materias primas como sílex, madera, pieles, fibras vegetales, conchas, dientes y astas de animales.
Dentro de esta variedad de materiales, los que tuvieron mayor importancia fueron los que servían para fabricar instrumentos cortantes y punzantes.
Los materiales:
La piedra tuvo un uso esencial en la vida diaria de los primeros seres humanos. Por eso se le llama Edad de Piedra a todo un periodo en que se usó ese material para la fabricación de utensilios que sirvieron a muchos propósitos.
Los primeros instru
mentos de piedra marcan el inicio de un complejo proceso de desarrollo técnico que culminará en la especialización de instrumentos adecuados a diversas funciones y necesidades.
El ser humano del Paleolítico aprendió por experiencia que las piedras eran adecuadas para fabricar instrumentos y también descubrió la manera de tallarlas.
Los primeros instru
mentos de piedra marcan el inicio de un complejo proceso de desarrollo técnico que culminará en la especialización de instrumentos adecuados a diversas funciones y necesidades.
El ser humano del Paleolítico aprendió por experiencia que las piedras eran adecuadas para fabricar instrumentos y también descubrió la manera de tallarlas.
También tuvieron que encontrar la manera de transmitir sus conocimientos acerca de cuáles eran las mejores piedras, dónde podían hallarlas y cómo debían trabajarlas.
La técnica básica de trabajo de la piedra fue la talla por percusión, es decir, se golpeaba una roca para tallarla o extraer fragmentos de ella. También se recurrió a talla por presión, que se realizaba utilizando un instrumento con el que se presionaba sobre la piedra, obteniendo así láminas.
Los homo sapiens comienzan a fabricar cuchillos, mazos y lanzas de madera endurecidas al fuego. Asimismo, hizo instrumentos y armas de piedra y hueso, sencillos vestidos de piel, utensilios domésticos de cuernos de animales y tuvo ritos funerarios; sabía encender el fuego, con el que calentaba y cocinaba sus alimentos e hizo pequeñas estatuillas con fines mágicos
El hombre de Cro-Magnon, el primer Homo sapiens sapiens, que vivió hace 40 mil años, fabricó afiladas puntas de lanza, hojas de cuchillo, picos, hachas y otras herramientas por medio de un lascado cuidadoso.
Además aprendió que una piedra calentada al fuego y enfriada después lentamente se podía trabajar con mayor facilidad y precisión. Elaboró dardos y lanzas de madera que dotó de puntas de pedernal u obsidiana en forma de flecha, o sobre las que insertó arpones de hueso con numerosos garfios. Para la caza utilizó trampas y canoas para la pesca.
También aprendió a trabajar las piedras con cinceles y martillos de madera, hueso o cuerno, con lo que logró trabajos más finos. Sus viviendas se ubicaban en las entradas de cuevas o bien eran refugios colectivos con paredes de pieles y cueros, reforzadas con huesos de animales, y con tejados de hojas o de paja
El Fuego:
La utilización del fuego representó el adelanto más importante, hasta la aparición de la agricultura en lo que sería la Revolución Neolítica.
Antes de que aprendiera a producir el fuego, el hombre del paleolítico podía obtener fuego de los incendios espontáneos provocados por los rayos que caían durante las tormentas, de las erupciones volcánicas, del gas natural, etcétera.
Se cree que los seres humanos aprendieron a producir fuego a partir de la chispa que resulta de golpear el pedernal contra un trozo de pirita de hierro, de la rotación manual de un palo sobre la madera o por el calor generado al comprimir aire en un tubo de bambú.
Con estas chispas se prendían plantas secas y luego se conservaba viva la llama. El fuego proporcionaba luz y calor. Como fuente de energía sirvió para calentar las cuevas en zonas frías y se utilizó para cocinar alimentos que eran difíciles de comer crudos.
En la década de los setenta, mientras los científicos probaban maneras de transmitir enormes volúmenes de datos en su red de comunicaciones digitales, alguien tuvo la idea de utilizar alguna de las imágenes de alta calidad que publicaba la revista Playboy a fin de realizar experimentos de escaneo y transferencia.
Para tales efectos, eligieron la foto de una chica llamada Leena, playmate de noviembre de 1972, cuyas peculiaridades en rango de color, enfoque y detalle resultaron óptimas para los estudios y a la larga ayudaron a desarrollar los estándares de compresión de imágenes que aún utilizamos hoy día.
Sobra decir que en el principio de este adelanto tecnológico, y de la serie de avances que dieron origen a la revolución de la World Wide Web, estuvo la foto de una señorita sin ropa.
La anécdota no es menor (ni representa un hecho aislado) si tomamos en cuenta que nadie mejor ha entendido los alcances de cualquier innovación tecnológica como los elaboradores y consumidores de pornografía.
La historia es larga y abarca una gran cantidad y variedad de soportes. De los manuales escritos por doctores taoístas en el siglo II a. C. al empleo indiscreto de los teléfonos inteligentes, la representación de órganos y actos sexuales parece inseparable de nuestra historia como especie que produce objetos. Pornografía
. Obsesión sexual y tecnológica, el libro donde Naief Yehya describe las espinosas relaciones entre tecnología y porno, es la documentada exploración de esta historia.
Dedicado desde hace años al estudio del tema, Yehya (ciudad de México, 1963) ha querido trazar el desarrollo del género “maldito” desde su uso como material de disidencia en la era de la imprenta hasta su banalización y adopción como mero entretenimiento mainstream.
El rango abarca lo social y lo político, pero también lo estético y lo tecnológico. No es verdad que la pornografía se reduzca a los territorios del consumo íntimo: hay una historia y un contexto que hacen posible sus significaciones, pero también la facilidad o dificultad con que tenemos acceso a ella.
Más que la presencia del sexo, si algo define a la pornografía son las fuerzas sociales, legales, morales e intelectuales que entran en tensión una vez que la etiqueta de “porno” ha sido colocada sobre un producto. Y ya sabemos que la categoría de lo porno es omnívora, según ha señalado John Ellis, y suele devorar a “cualquier representación sexual que alcance cierto grado de explicitud”.
El autor identifica dos grupos en pugna que a lo largo de los siglos han sido representados por una variada gama de personajes públicos: religiosos, autoridades políticas y feministas versus escritores eróticos,
científicos con interés en el sexo, autores y consumidores de pornografía, entre otros. Los detalles de estos enfrentamientos, así como el papel que ha desempeñado el desarrollo tecnológico en la propagación de materiales obscenos, son la columna vertebral de este trabajo.
Más que la interpretación de la imagen pornográfica, el autor ha preferido la revisión histórica. Así, el libro termina siendo un retrato múltiple (pedagógico por un lado, divertido por otro, en no pocas ocasiones lúcido) de las hostilidades entre la producción de pornografía y la necesidad, no me- nos vigorosa, por contenerla.
El ensayo examina diversos tópicos de lo porno para ofrecer esta panorámica:
Las dificultades para definir lo obsceno, el ascenso de las representaciones gráficas de la sexualidad, el nacimiento del cine hardcore, el estudio científico de la perversidad, el papel del feminismo, las consideraciones sobre la masturbación y toca incluso la vertiente económica de una industria sobre la que todos están seguros que genera muchos millones de dólares, pero nadie está en posición de calcular sus ganancias.
Yehya pasa revista también de los géneros extremos, las prácticas fuera de los círculos comerciales, la supuesta cosificación de la mujer y se toma tiempo para desmontar los malentendidos o de plano las contradicciones y mentiras alrededor de asuntos que suelen poner susceptibles a nuestras sociedades, como el cine snuff o la pornografía infantil.
De todas las condenas contra la libre difusión de las fantasías sexuales, la que Yehya ataca con mayor pasión es la proveniente del círculo feminista, quizá porque se trata de un discurso que maquilla con progresismo argumentos que en realidad son de índole censora.
Más que un asunto de moralidad, la crítica feminista antiporno interpreta la producción, consumo y tolerancia de la industria XXX como una práctica política de sometimiento de la mujer y puede, a partir de esa lectura, abogar por su desaparición.
En esta lucha, las dos estrellas principales, por su virulencia y presencia escénica, han sido Andrea Dworkin y Catharine MacKinnon, para quienes incluso la supuesta neutralidad de la jurisprudencia respecto al porno ya es en sí una postura “masculina”.
Para ellas, los daños que produce la pornografía tienen más peso que las libertades a las que se apega. Aunque expresados con ímpetu, los argumentos de este feminismo antiporno pueden ser rebatidos cuando se les quiere analizar con seriedad.
Así procedió J. M. Coetzee en su esclarece- dor ensayo sobre Catharine MacKinnon (“Los daños de la pornografía”), donde demostró que si bien el porno puede ser entendido como una teoría de la opresión ello no significa que la opresión real contra las mujeres sea una práctica de esa teoría.
Yehya, que en un principio discute las tesis feministas (aunque sin la paciencia del Nobel sudafricano), rápido decanta por el lado histriónico del asunto:
La técnica básica de trabajo de la piedra fue la talla por percusión, es decir, se golpeaba una roca para tallarla o extraer fragmentos de ella. También se recurrió a talla por presión, que se realizaba utilizando un instrumento con el que se presionaba sobre la piedra, obteniendo así láminas.
El Homo habilis fue el primero en trabajar la piedra, movido por la necesidad de elaborar instrumentos de caza: piedras para arrojar, hondas y piedras con bordes cortantes para descuartizar las presas. Con el paso de los milenios, el Homo erectus aprendió a distinguir los diferentes tipos de piedras y prefirió las que le servían para fabricar instrumentos, como cuarzo, pedernal, jaspe, obsidiana y diversos cristales.
Estos minerales se pueden fraccionar con facilidad, son relativamente duros y se distinguen por tener bordes cortantes de lascado.
Los homo sapiens comienzan a fabricar cuchillos, mazos y lanzas de madera endurecidas al fuego. Asimismo, hizo instrumentos y armas de piedra y hueso, sencillos vestidos de piel, utensilios domésticos de cuernos de animales y tuvo ritos funerarios; sabía encender el fuego, con el que calentaba y cocinaba sus alimentos e hizo pequeñas estatuillas con fines mágicos
El hombre de Cro-Magnon, el primer Homo sapiens sapiens, que vivió hace 40 mil años, fabricó afiladas puntas de lanza, hojas de cuchillo, picos, hachas y otras herramientas por medio de un lascado cuidadoso.
Además aprendió que una piedra calentada al fuego y enfriada después lentamente se podía trabajar con mayor facilidad y precisión. Elaboró dardos y lanzas de madera que dotó de puntas de pedernal u obsidiana en forma de flecha, o sobre las que insertó arpones de hueso con numerosos garfios. Para la caza utilizó trampas y canoas para la pesca.
También aprendió a trabajar las piedras con cinceles y martillos de madera, hueso o cuerno, con lo que logró trabajos más finos. Sus viviendas se ubicaban en las entradas de cuevas o bien eran refugios colectivos con paredes de pieles y cueros, reforzadas con huesos de animales, y con tejados de hojas o de paja
El Fuego:
La utilización del fuego representó el adelanto más importante, hasta la aparición de la agricultura en lo que sería la Revolución Neolítica.
Antes de que aprendiera a producir el fuego, el hombre del paleolítico podía obtener fuego de los incendios espontáneos provocados por los rayos que caían durante las tormentas, de las erupciones volcánicas, del gas natural, etcétera.
Se cree que los seres humanos aprendieron a producir fuego a partir de la chispa que resulta de golpear el pedernal contra un trozo de pirita de hierro, de la rotación manual de un palo sobre la madera o por el calor generado al comprimir aire en un tubo de bambú.
Con estas chispas se prendían plantas secas y luego se conservaba viva la llama. El fuego proporcionaba luz y calor. Como fuente de energía sirvió para calentar las cuevas en zonas frías y se utilizó para cocinar alimentos que eran difíciles de comer crudos.
En la década de los setenta, mientras los científicos probaban maneras de transmitir enormes volúmenes de datos en su red de comunicaciones digitales, alguien tuvo la idea de utilizar alguna de las imágenes de alta calidad que publicaba la revista Playboy a fin de realizar experimentos de escaneo y transferencia.
Para tales efectos, eligieron la foto de una chica llamada Leena, playmate de noviembre de 1972, cuyas peculiaridades en rango de color, enfoque y detalle resultaron óptimas para los estudios y a la larga ayudaron a desarrollar los estándares de compresión de imágenes que aún utilizamos hoy día.
Sobra decir que en el principio de este adelanto tecnológico, y de la serie de avances que dieron origen a la revolución de la World Wide Web, estuvo la foto de una señorita sin ropa.
La anécdota no es menor (ni representa un hecho aislado) si tomamos en cuenta que nadie mejor ha entendido los alcances de cualquier innovación tecnológica como los elaboradores y consumidores de pornografía.
La historia es larga y abarca una gran cantidad y variedad de soportes. De los manuales escritos por doctores taoístas en el siglo II a. C. al empleo indiscreto de los teléfonos inteligentes, la representación de órganos y actos sexuales parece inseparable de nuestra historia como especie que produce objetos. Pornografía
. Obsesión sexual y tecnológica, el libro donde Naief Yehya describe las espinosas relaciones entre tecnología y porno, es la documentada exploración de esta historia.
Dedicado desde hace años al estudio del tema, Yehya (ciudad de México, 1963) ha querido trazar el desarrollo del género “maldito” desde su uso como material de disidencia en la era de la imprenta hasta su banalización y adopción como mero entretenimiento mainstream.
El rango abarca lo social y lo político, pero también lo estético y lo tecnológico. No es verdad que la pornografía se reduzca a los territorios del consumo íntimo: hay una historia y un contexto que hacen posible sus significaciones, pero también la facilidad o dificultad con que tenemos acceso a ella.
Más que la presencia del sexo, si algo define a la pornografía son las fuerzas sociales, legales, morales e intelectuales que entran en tensión una vez que la etiqueta de “porno” ha sido colocada sobre un producto. Y ya sabemos que la categoría de lo porno es omnívora, según ha señalado John Ellis, y suele devorar a “cualquier representación sexual que alcance cierto grado de explicitud”.
El autor identifica dos grupos en pugna que a lo largo de los siglos han sido representados por una variada gama de personajes públicos: religiosos, autoridades políticas y feministas versus escritores eróticos,
científicos con interés en el sexo, autores y consumidores de pornografía, entre otros. Los detalles de estos enfrentamientos, así como el papel que ha desempeñado el desarrollo tecnológico en la propagación de materiales obscenos, son la columna vertebral de este trabajo.
Más que la interpretación de la imagen pornográfica, el autor ha preferido la revisión histórica. Así, el libro termina siendo un retrato múltiple (pedagógico por un lado, divertido por otro, en no pocas ocasiones lúcido) de las hostilidades entre la producción de pornografía y la necesidad, no me- nos vigorosa, por contenerla.
El ensayo examina diversos tópicos de lo porno para ofrecer esta panorámica:
Las dificultades para definir lo obsceno, el ascenso de las representaciones gráficas de la sexualidad, el nacimiento del cine hardcore, el estudio científico de la perversidad, el papel del feminismo, las consideraciones sobre la masturbación y toca incluso la vertiente económica de una industria sobre la que todos están seguros que genera muchos millones de dólares, pero nadie está en posición de calcular sus ganancias.
Yehya pasa revista también de los géneros extremos, las prácticas fuera de los círculos comerciales, la supuesta cosificación de la mujer y se toma tiempo para desmontar los malentendidos o de plano las contradicciones y mentiras alrededor de asuntos que suelen poner susceptibles a nuestras sociedades, como el cine snuff o la pornografía infantil.
De todas las condenas contra la libre difusión de las fantasías sexuales, la que Yehya ataca con mayor pasión es la proveniente del círculo feminista, quizá porque se trata de un discurso que maquilla con progresismo argumentos que en realidad son de índole censora.
Más que un asunto de moralidad, la crítica feminista antiporno interpreta la producción, consumo y tolerancia de la industria XXX como una práctica política de sometimiento de la mujer y puede, a partir de esa lectura, abogar por su desaparición.
En esta lucha, las dos estrellas principales, por su virulencia y presencia escénica, han sido Andrea Dworkin y Catharine MacKinnon, para quienes incluso la supuesta neutralidad de la jurisprudencia respecto al porno ya es en sí una postura “masculina”.
Para ellas, los daños que produce la pornografía tienen más peso que las libertades a las que se apega. Aunque expresados con ímpetu, los argumentos de este feminismo antiporno pueden ser rebatidos cuando se les quiere analizar con seriedad.
Así procedió J. M. Coetzee en su esclarece- dor ensayo sobre Catharine MacKinnon (“Los daños de la pornografía”), donde demostró que si bien el porno puede ser entendido como una teoría de la opresión ello no significa que la opresión real contra las mujeres sea una práctica de esa teoría.
Yehya, que en un principio discute las tesis feministas (aunque sin la paciencia del Nobel sudafricano), rápido decanta por el lado histriónico del asunto:
• MacKinnon se aprovecha de la otrora luminaria porno y luego renacida mujer de bien Linda Lovelace para exhibirla como freak de su campaña antipornografía (p. 184).
• Andrea Dworkin denuncia públicamente una violación, cuyos delirantes detalles hacen pensar que en realidad esta nunca sucedió (p. 207).
• Algunas feministas desaprueban el sadomasoquismo por ser “un reflejo del mundo patriarcal” (p. 253)
.
• Muchas feministas rechazan el travestismo masculino y consideran la transexualidad una treta más de los hombres para conservar el poder (p. 256)
.
• Durante la proyección de la cinta Snuff en 1976, diversas organizaciones feministas ven la oportunidad de estar de nuevo en la mira pública y salen a protestar (p. 260).
• El exdetective Yaron Svoray se lanza a una búsqueda enloquecida de películas snuff alrededor del mundo, después de una conversación con la feminista Catharine MacKinnon (p. 266).
Aceptémoslo:
Acudir a los detalles anecdóticos supone adoptar la tramposa estrategia que el mismo Yehya advierte de las feministas antiporno cuando decidieron apropiarse de la historia de Linda Lovelace.
En mi opinión, acudir a los excesos del censor o del pornógrafo desvía el debate, y sirve más bien para apoyar las opiniones hechas respecto a alguno de estos dos grupos.
Tecnología En La Edad Moderna
Es la época de la Revolución Científica. En ella vivieron personajes muy importantes como Leonardo Da Vinci, Copernico, Galileo, Newton, Cervantes y Lutero.
Es uno de los periodos más brillantes de la historia, pues, además de las grandes realizaciones mecánicas, se cultivaron todas las ramas del saber. Leonardo Da Vinci recapituló la tecnología de los artesanos e ingenieros militares que le precedieron e hizo gala de una gran percepción científica e inventiva.
Realizó las primeras observaciones científicas del vuelo de las aves, proyectó y construyó una máquina de volar, ideó el primer paracaídas, inventó la bobinadora de seda y el reloj despertador, la carretilla de mano, el quinqué, unas botas de agua, el rodamiento a bolas de antifricción, el sistema de articulación universal, la transmisión por cuerdas o por correas, las cadenas de eslabones, los engranajes cónicos y los tornillos sin fin, el torno de movimiento continuo y muchos otros más.
Galileo fue uno de los impulsores de la ciencia tal y como hoy la conocemos, dedicándose por entero a la ciencia en general y a la astronomía en particular, mejorando el telescopio, realizando muchas observaciones astronómicas o desarrollando las leyes del momvimiento.
En 1642 muere Galileo, poco antes del nacimiento del científico más importante de la historia: Newton. Newton estableción las bases de la mecánica clásica, la ley de la gravitación universa, indagó la naturaleza de la luz y desarrolló el cálculo matemático.
Johannes Gutenberg inventó la imprenta. Tradicionalmente se tallaba en relieve cada pagina en modo espejo sobre una tabla de madera, después de aplicar una capa de tinta sobre la plancha, esta se transfería al papel mediante presión. Este sistema de impresión se denomina xilografía.
La desventaja de este proceso era que si se cometía un fallo, se debía repetir toda la plancha entera. Es por eso que Johannes Gutenberg inventó los tipos móviles, que en un principio fueron de madera, y más tarde de plomo. La tarea de coger los tipos y combinarlos para formar líneas y páginas se denomina composición.
El vidrio se empleo en las lentes convexas de las gafas, los anteojos fueron muy usados en el siglo XV, cuando a causa del invento de la imprenta, se produjo una gran necesidad de ellos y a finales del siglo se introdujo la lente cóncava que corregía la miopía.
En 1.605, Lippersheim inventó el telescopio y sugirió a Galileo el medio eficiente para realizar las observaciones astronómicas. A mitad del siglo XVII, Leeuwenhoek se convirtió en el primer bacteriólogo mundial gracias al uso del cristal.
En cuanto a las fuentes de energía se puede seguir destacando la utilización del agua y el viento para generar energía en diversos sectores, también se empleó en la minería y en la metalurgia, para el bombeo.
Los materiales característicos de esta fase son la madera y el vidrio. La madera fue el recurso industrial dominante, ya que era utilizado como materia prima para instrumentos, máquinas-herramienta, máquinas, utensilios, obras, combustibles y productos finales.
Se empleó en material de construcción junto con la piedra en edificios.
En el siglo XVII, cuando la fabricación del vidrio se perfeccionó, se abarató y se multiplicó el número de hornos, el cristal sustituyo completamente a las contraventanas de madera.
Historia De La Tecnología Edad Media
La Edad Media comprende desde el siglo V hasta el siglo XV contando con el sistema social feudalista, culturalmente Los monasterios se convirtieron en depósitos de saber. En ellos se copian los escritos de autores clásicos en el ámbito religioso La iglesia Adquiere poderes políticos además de tener la labor social.
Siglo VII:
En la india se empieza a calcular con números negativos dándole inicio al cálculo, así como la ubicación de los números en posiciones definitivas.
La cultura árabe descubre y desarrolla un grado alto en procesos químicos como la obtención de ácido sulfúrico, del ácido nítrico, etc.
También se realizaron estudios sobre el proceso de la evaporación, condensación, sublimación. Por otro lado en China se emplea un tipo de imprenta constituida por caracteres independientes.
Siglo IX
En China se encuentran los primeros molinos de viento ayudando a la agricultura, el empleo de la pólvora en pirotecnia y el teléfono de hilo.
Los árabes experimentan sobre la cámara oscura como principio de lo que después será la fotografía.
Siglo XIII:
Existe la probabilidad que se usasen globos aerostáticos con aire caliente o dirigibles. Hacia el año 1330 d.C. los árabes hacen un primer estudio para medir la superficie de la Tierra.
En Europa, la iglesia prohíbe la difusión de los conocimientos de la física.
Se conocen las lentes para fabricar gafas. La arquitectura se caracteriza por la transición del románico al gótico, con la creación de las grandes catedrales.
Se conocen las lentes para fabricar gafas. La arquitectura se caracteriza por la transición del románico al gótico, con la creación de las grandes catedrales.
Con el empleo de la pólvora en explosivos Se importa de China artefactos de guerra, y en Alemania se usan las primeras armas de fuego.
Siglo XV:
En Europa Gutemberg desarrolla la imprenta, los árabes construyen el primer modelo de esfera terrestre y se dibujan las primeras cartas marítimas que posteriormente se emplearían en los grandes descubrimientos de Cristóbal Colón y Vasco de Gama.
Se importa de China el molino de viento y se mejora la metalurgia del hierro, creándose los altos hornos, similares a los actuales.
Aunque el procedimiento de moldeo “a la cera perdida” ya era conocido por los griegos, es en Italia en esta época, cuando definitivamente se perfecciona para la elaboración de estatuas, piezas de arcilla, etcétera.
Aunque su faceta mas conocida es como pintor, Leonardo da Vinci hace estudios sobre la luz y la sombra, el color de los objetos y su variación en función de la luz que incide sobre ellos, las turbulencias de las aguas, anatomía, etc.
También son diseñados innumerables artefactos como: el paracaídas, el carro de guerra, el helicóptero, la escafandra de buzo, mecanismos de transmisión de movimiento, máquinas de guerra, etc.
En el año 1492 tiene lugar el descubrimiento de América por Cristóbal Colón.
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